Ayer finalicé otro taller sobre “Liderazgo Positivo”. Colocados de pie en un gran círculo, los participantes expresaron uno a uno su conclusión final con una sola palabra. “Claridad”, “Consciencia”, “Gratitud”, “Confianza” y así, hasta diecisiete palabras.
Esas palabras fueron el resultado de una inmersión vivencial en la visión, estrategias y competencias de los “Líderes positivos”. El taller les hizo recorrer tres territorios de los cuales los líderes positivos del Siglo XXI tienen el mapa. Son como los denomina Mihály Csíkszentmihályi, “los líderes de los cien años” (“Fluir en los negocios”).Todos estos líderes a los que “Mike” ha entrevistado, dirigen empresas rentables. Y lo consiguen gracias a una visión específica de la empresa, de las relaciones entre las personas y con su entorno. Una visión que se basa en la reciprocidad, en pensar a largo plazo, en el propósito de lo que hacemos y en crear bienestar.
La primera región que el líder positivo conoce bien a través de su mapa y de su experiencia es la región de la “Organización Saludable y Productiva”. Todos los que participamos en el taller, sabemos que en nuestro entorno laboral actual estamos expuestos a demandas laborales muy exigentes: sobrecarga de trabajo, tener que mostrar emociones positivas aun cuando no las experimentamos, conflicto de rol, incertidumbre… Sabemos que estas demandas son causa de estrés, de ansiedad a veces y que nos crean malestar e insatisfacción. Y, en ocasiones, influyen negativamente en nuestro desempeño.
Por esta razón los nuevos líderes saben que enriquecer el ambiente laboral es vital si queremos contrarrestar el impacto de las demandas y conseguir el compromiso de las personas. Y consiguen crear un ambiente saludable porque disponen de recursos. Y estos recursos son sencillos, económicos e inagotables.
En este punto de la sesión, surgió la anunciada discusión: este tipo de empresa -y de líder- no existe. Da igual que la investigación “X” aporte evidencias sobre el poder de los recursos laborales. O que ponga ejemplos de empresas y líderes que están siguiendo esta línea. Incluso, un asistente, Pablo cuestionaba a Eva, otra compañera, cuando ésta le explicaba que, sí, que ella trabaja en un ambiente positivo. Demasiado bonito para ser verdad, ¿no?.
Pero el taller está diseñado de modo experiencial. No hay demasiado espacio para los debates excesivamente intelectuales. Suelen ser estériles. Así que, cuando vamos saboreando cada una de las actividades y experimentando el poder de recibir feedback, de apoyarnos en los compañeros, de trabajar en equipo o de poder hacer uso de nuestras habilidades, la cosa cambia. Porque Pablo empieza a experimentar emociones positivas. Porque tiene motivos para dar las gracias. Porque se siente apreciado y competente. ¿Qué ha sucedido?
Sencillamente, que hemos “llenado el aula” de recursos laborales. Y a Pablo- me alegro enormemente por él- lo ha desgastado los recursos laborales de los que ha carecido en muchas de las empresas en las que ha trabajado. Por eso su experiencia ha sido positiva, ha mejorado, probablemente, su autoconfianza y quizás se sienta un poco más optimista ante sus retos inmediatos.
Quedan más regiones por recorrer a través del mapa que ofrece este taller: las estrategias y las competencias del líder positivo. Pero, mientras tanto, nuestro trabajo es seguir difundiendo un cambio de visión. Seguir difundiendo que las empresas saludables lo son también financieramente hablando. Pero no a costa de la salud de las personas. Lo son porque, como ahora Pablo, son conscientes de la necesidad de potenciar nuestras fortalezas y de saber gestionar nuestro bienestar físico y psicológico.
¡Seguimos!